miércoles, 23 de mayo de 2018

No es Le Pen, estúpido

Los políticos españoles son de vergüenza ajena.
Unos, los conservadores, porque son una pandilla de corruptos, orgullosos de serlo porque se consideran impunes. Otros, los de extrema derecha, porque pretenden acabar con la pluralidad nacional que conforma España desde la unión dinástica con un nacional-populismo neofalangista. Y todavía hay otros, los socialistas, que han perdido de tal modo su identidad ideológica que para conseguir que les escuchen, en vez de esparcir la idea de fraternidad propia del socialismo se apuntan a dar grandes voces con consignas nacionalistas. De los populistas de izquierda —o sea, Podemos— no vale la pena ni hablar, porque son como el nicaragüense Daniel Ortega: les gusta vivir como burgueses mientras sermonean al personal o organizan consultas trampa pera seguir al frente del mamoneo. Sólo les falta declararse católicos. O partidarios del esoterismo. ¡Qué panorama! En España ya nadie recuerda que la política es análisis y acción. Y, por encima de todo, un método para lograr el cambio sin violencia...
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